Vivimos en un mundo desnaturalizado e inmerso en la velocidad, la competitividad y la especialización en el que generar necesidades y satisfacerlas se ha convertido en nuestro objetivo fundamental. Estamos en una sociedad de consumo que nos absorbe y no nos permite pensar. Así, poco a poco, perdemos la conexión con nuestro yo y con nuestras capacidades innatas, las que tenemos solo por el hecho de ser humanos. Nos deshumanizamos hasta el punto de no confiar en nuestro instinto y depender de otros hasta para lo más básico. Y es ahí donde la mujer ha perdido su instinto maternal viviendo embarazo y crianza de una manera ajena y en manos del aparato sanitario exclusivamente.
La mujer primitiva vivía en tribus conectada con los suyos, con su cuerpo y con su capacidad creadora. Al llegar la madurez había convivido con los embarazos, partos y crianzas de otras mujeres adultas de su comunidad, quienes además la sostuvieron y acompañaron en sus propias experiencias. Pero ahora nuestros núcleos familiares son demasiado reducidos y la mujer cuenta, en muchas ocasiones, solo con ella misma para vivir su maternidad. Y cuando se acerca el parto se hacen más presentes el miedo y la inseguridad, recibiendo a nuestros bebés desconectadas, desempoderadas..., con la necesidad de que nos guíen en esta tan íntima aventura. Pero aún es posible recuperar aquel sostén entre mujeres, rescatar esa sabiduría ancestral intrínseca en nuestro ser, engendrar, ver crecer en nuestro interior, parir y criar a nuestros hijos desde el vínculo, el respeto, el apego y la conexión con la naturaleza, liberándonos de los miedos y disfrutando de una experiencia confiada y feliz.
Un bebé lleva toda su vida en el vientre materno, donde todo le viene dado. No conoce la necesidad y el sufrimiento. Se siente protegido. Pero le llega el momento de nacer. El lo sabe. Lo siente. Se ve en la imperiosa necesidad de pertenecer a un nuevo mundo donde todo es diferente. Menos mal que le espera mamá. Su piel, su olor, su voz, los latidos de su corazón, todo es conocido de nuevo, y así se siente capaz y seguro para superar todas las novedades desde el amor. Muchos serán los que nos digan cómo debemos hacer, casi todos con buena intención, pero cuando vivimos la maternidad con conciencia y sin miedos sabremos lo que hay que hacer, porque son innatas nuestras capacidades de criar, vivir y amar.
Existen mujeres que acompañan a otras mujeres durante su proceso de maternidad ofreciéndoles apoyo e información para que conozcan que existe la alternativa de vivirlo de forma consciente, natural, desde el vínculo, el respeto y el amor y la confianza en uno mismo. Se llaman doulas. Yo soy doula.
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