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¿Prácticas de alimentación consciente en familia?

  • Foto del escritor: Raquel Villaescusa
    Raquel Villaescusa
  • 18 jul 2021
  • 2 Min. de lectura

Para un adulto comer puede ser un mero trámite, pero para un bebé es un disfrute, es su momento de apego y vínculo, de calor, de calma, de recomponerse del estrés de su nueva vida.


En ocasiones los adultos ingerimos para saciar la angustia, la tristeza o incluso el aburrimiento. Pero a nuestros hijos podemos ofrecerles otra cosa. Ellos pueden conectar de forma instintiva con las señales internas de su cuerpo, e identificar las emociones ante la comida. Podemos educarles desde pautas para una alimentación saludable, física y emocionalmente, porque nosotros sabemos de la importancia de alimentarnos, pero ellos aún no.


Hasta que nacemos no descubrimos las necesidades, y el hambre es una de las más fundamentales. Al salir del útero materno, necesitamos adaptarnos a la novedad de comer por la boca, de la lactancia, del biberón, aprendemos que esa sensación incómoda en la tripita es el hambre... Los bebés se asuntan porque no saben qué les pasa, y es que no lo han vivido nunca antes. No nos olvidemos que están en exterogestación, en la última etapa de su desarrollo primario, una vez fuera del útero materno. Su cuerpo crece rápidamente y requiere de un alto aporte energético y nutricional, pero su aparato digestivo es pequeño, así que deben comer en pequeño.



En cuanto les salen los primeros dientes, se mantienen sentados y aprenden a gestionar la masticación y la deglución, comienza su curiosidad por probar, y ese es un momento ideal para empezar a ofrecerles los alimentos tal y cual son. Déjales explorar, que aprendan a disfrutar de la comida, de los sabores y las texturas, porque esa es la manera natural de alimentarse, aunque claro, no sin antes informarte con profesionales expertos.


Cuando ya son menos bebés, busquemos las maneras de garantizar su nutrición de la forma más apetecible para ellos. Y, en cualquier caso, si algunos días que coman menos, o peor, o no comen como consideramos, no va a suponer un perjuicio para ellos.


Y con niños grandes, os invito a desconectar de la presión que ejerce de la industria alimentaria, porque desde el sentido común, sabréis y sabrán elegir.


Los padres estamos capacitados para decidir lo que consideramos más adecuado, según nuestro criterio, formación e información, y el conocimiento de nuestros hijos que sólo tenemos nosotros... Lo importante es que estéis tranquilos y confiados, porque eso es lo que les transmitiréis.


No se trata de cuánto y cuándo comen, sino de cómo y qué comen. No les estamos aportando supervivencia, sino calidad de vida y un futuro saludable. Que nuestro cuerpo es una máquina perfecta, pero nos tiene que durar toda la vida, y la alimentación en la primera infancia es la base.


Da igual dónde y con quién estéis y estén en el momento de comer, conseguir transmitir a nuestros hijos que alimentarnos, además de ser vital para nuestro desarrollo, es un inmenso placer, es una garantía de vida.

 
 
 

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