Vivir la maternidad en estado de alarma supone cambios, que pueden desembocar en inseguridad, el miedo a lo desconocido está presente, y las consecuencias sociales, funcionales y económicas son innegables.
El aislamiento, la soledad y el desasosiego dejan huella también en el proceso de la maternidad. Y el parto, como otras etapas del proceso, puede verse afectado, incluso puede resultar traumático, la herida emocional consecuencia de la vivencia se instala y permanece, generando distorsiones tanto en el puerperio como en la crianza. Y si vínculo, el afecto, el contacto, responden al cambio, el desarrollo emocional y fisiológico del bebé lo recibe.
Las dificultades instaladas en la gestación y en el parto, se alargan en el tiempo si no las gestionamos, llegando al posparto y dificultando el avanzar por la maternidad y la crianza.
Si parimos en casa es más fácil minimizar esto. Si lo hacemos en hospital, los problemas funcionales y logísticos que esta crisis les ha generado resultan tan evidentes como inevitables, y la huella emocional que eso trae a los sanitarios también. El miedo allí también está presente. El cambio en el protocolo asistencial es una realidad necesaria.
Desde la mirada sistémica y perinatal, poniendo al bebé en el centro y a su sistema familiar y social como referente, desde el respeto y la escucha, desde el cuerpo y la mente, acompañar desde el douleo maternidades traumáticas, es posible.
Tras las valoraciones sanitarias correspondientes, identificar los síntomas y su impacto, nos abre camino hacia su abordaje. Recuerdos intrusivos inconscientes y semiinconscientes, a veces recurrentes. Expresar como madre y como padre, juntos y por separado, es la clave.
Ha de construirse una narrativa, un relato interior nombrando las emociones, sentimientos, sensaciones y pensamientos sucedidos durante el proceso, de la madre y el padre para sí mismos y entre sí, y para con su bebé. Porque el recién nacido también necesita sanar, reparar su vínculo temprano.
Los ámbitos y contextos sociales, culturales, profesionales, espirituales, familiares y sanitarios, han de tenerse en cuenta tanto como los maternales, paternales y de pareja.
Tras la valoración global, establecer prioridades según cada caso, y comenzar.
Como en todo en esta nueva realidad, juntos podremos.
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