La epidural reduce o anule la sensibilidad a todos los niveles. Eso es una trampa para los sentidos y las sensaciones, por tanto, faltan estímulos en el cerebro, a nuestro cerebro le faltan pistas para acompañar el proceso, y se abandona a la improvisación, desconecta, no puede ni sabe cómo ayudar, y las fases del proceso de parto se ralentizan: dilatación y expulsivo aumentan sus tiempos, la oxitocina natural no funciona, por la desconexión cerebral, y el uso de oxitocina sintética aumenta, y tanto el proceso se alarga que el bienestar fetal y de la parturienta se comprometen, y las cesáreas también aumentan. Como consecuencia de todo esto la instrumentalización se impone y la litotomía también, porque el cuerpo termina necesitando ayuda extra para poder avanzar, y la parturienta no tiene muy claro cómo colaborar, pues está desconectada de su naturaleza.
Si la mujer no está alimentada durante el parto entra en cetosis, le falta energía, y eso le dificulta protagonismo en su parto, pero los protocolos sanitarios suelen impedir que la mujer coma y beba en su proceso, para prevenir posible necesidad de sedación completa por complicaciones.
Por todo ello es fácil concluir que la epidural tiene secuelas, a largo y a corto plazo. Sólo es estrés que supone sentirse minimizada, infantilizada, controlada, anulada, insegura, descentrada, sentir que su proceso está fuera de sí y de su bebé, ya tiene consecuencias emocionales, y la cascada de intervenciones que supone un parto protocolarizado, interfiere inevitablemente a la recuperación del cuerpo, alargando y complicando el puerperio inmediato.
La mujer que deviene en madre, deja de ser ella para pasar a ser ella más esa mujer en la que se convierte tras haber parido y tener a su bebé en brazos. Y esa mujer depende de su experiencia de parto, para reconocerse como mujer madre e iniciar ese nuevo camino.
(Documentado en textos informativos de matronas varias)
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