El maltrato, físico o emocional, es toda acción que provoque lesiones como resultado de una agresión intencionada, y que se reconozcan ambos es fundamental, pues la normalización de estas acciones, camufladas de educación impositiva, impide abordarlas y remediarlas. Que los niños sean agredidos y violentados por sus adultos responsables, no es justificable ni aceptable, y afecta gravemente, a largo plazo o para siempre, su autoestima y su desarrollo personal.
Los indicadores físicos del maltrato infantil nos pueden resultar más evidentes, pero los psicológicos no lo son tanto. Y que los adultos que les rodean en cualquiera de sus entornos habituales estén atentos a sus pautas de comportamiento, cambios de carácter, expresiones explosivas o disonantes y actos agresivos o introspectivos injustificables, es fundamental para una detección temprana, ya que en estas cuestiones la prevención es la pieza clave.
El comportamiento habitual de los niños maltratados pasa por la reticencia al contacto físico, aprensión, miedo, hiperactividad, agresividad, introversión, pasividad, negatividad, comportamiento antisocial, o incluso autoagresión y participación en acciones delictivas. En el colegio parecen tener miedo de sus padres, de ir a casa, lloran o se muestran tristes y nerviosos al terminar las clases, tienen faltas de asistencia o cambios repentinos en sus horarios, y suelen quedarse dormidos en clase o tener comportamientos indebidos.
No olvidemos que maltrato infantil es la exposición a determinadas situaciones traumáticas que desbordan las capacidades del niño, cualesquiera que sean sus características. Una educación o crianza estricta e impositiva, el carácter imperativo o despectivo, las muestras de superioridad, los insultos, las presiones, las expectativas proyectadas o exageradas, pueden ser tan impresionantes y distorsionantes para los niños como otros gestos de una agresividad y violencia más evidentes, y pueden llevarles también a desarrollar patologías graves. Los niños, pequeños y mayores, necesitan vivir seguros, tranquilos, acompañados, sostenidos y amados para desarrollarse felices y convertirse en adultos empoderados, resilientes y capaces, y cualquier acto verbal o físico que se lo impida, les está maltratando.
Y es que a los adultos, que devenimos en padres sin un trabajo de conciencia previo, casi siempre, y la falta de recursos y el autodesconocimiento, pueden convertirnos en “padres tóxicos”, cuando pretenden conseguir la obediencia impositiva de sus hijos a través del miedo y la manipulación, y caen en el menosprecio, la falta de respeto, les infravaloran y desatienden sus necesidades, anulan sus decisiones puede que, simplemente, no establezcan normas, límites y referentes que les acompañen y les sostengan.
Apego seguro, cálido, estable, desde la confianza y la disponibilidad, es una necesidad vital para los niños, y que no exista o que se distorsione les afecta mucho. Por eso, cuando el comportamiento de un niño nos sorprenda negativamente, tengamos en cuenta que puede que nos esté pidiendo ayuda.
Comments