El postparto alienante

Tu vuelta a casa después de parir, tras haber hecho el esfuerzo más grande de tu vida, sin haber dormido ni comido apenas, agotada, descentrada, impactada, quizá en shock, quizá perdida...

Puede que la lactancia no vaya bien, o tan bien como pensabas…, los pezones heridos, tu hijo no deja de llorar, te desesperas, impotencia, pero el agotamiento no te deja decidir, y mucho menos actuar… Más impotencia… Vienen las visitas. Algunas ayudan, otras sólo quieren coger al bebé… y tú haces lo que hacen todas las madres: sonreír, ser amable y sí, ocultar tus sentimientos. Sientes culpa, por momentos, incluso te sientes inútil, pero no quieres que piensen que eres incapaz de criar a tu chiquitín. Solo quieres ser una madre feliz más, con su bebé feliz... Te preguntas si es tanto pedir… Y también te preguntas por qué no puedes decir la verdad, cómo te sientes, que no puedes más y que se te va la vida... Que amas a tu hijo por encima de todo y que eres muy feliz de tenerle… Pero que los sentimientos contradictorios existen y toman una enorme presencia…

Quieres gritar: "Soy un desastre". Pero sabes que eso no es verdad. Quieres llorar, y a veces lo haces… El amor incondicional y la responsabilidad se te confunden... Sabes, eso sí lo sabes, que necesitas, por encima de todo, apoyo. Y cuando reconoces eso y le pones nombre, entonces sí, empiezas a tomar acción, y llega ese círculo que sabías que tenías, pero que no conseguías traer a la consciencia: quien te ayuda con la lactancia, con tu salud, emocional y física, y la de tu hijo, con las cosas domésticas, con tu postparto y puerperio, y la exterogestación del bebé. Profesionales o no, casi siempre mujeres, que te echan una mano, cada una desde su experiencia y sus buenas intenciones... Y ahí ya no tienes ninguna duda: sabes que no vas a caer.