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Foto del escritorRaquel Villaescusa

Coronavirus, confinamiento, voluntariado

Actualizado: 12 may 2020

Me llamo Raquel Villaescusa. Soy profesional de RTVE desde hace más de 20 años, y he pasado por televisión, marketing y ahora radio, ocupándome durante los últimos 10 años del área web de programas de Radio 5, y desde hace dos temporadas colaborando de manera fija en el programa semanal de esta emisora ´Mamás y papás`, dedicado a familia, ocupándome de la producción, los contenidos, los invitados, y de una pieza fija de reflexión desde el acompañamiento familiar. Y eso ha sido así porque estoy formada en comunicación audiovisual, comunicación publicitaria y marketing, y copywriting, y también formada y con amplia experiencia como doula (acompañante emocional e informativa de la maternidad en todas sus etapas) y coach de familia y educación (acompañante de la gestión de emociones y facilitadora de recursos para desbloquear y avanzar en los procesos vitales).

Estoy en tele trabajo desde el pasado 12 de marzo, porque me tuve que hacer cargo de mis hijos al cierre de los colegios, y también desde que comenzó el confinamiento, hasta hoy.

En esta circunstancia personal, y teniendo en cuenta la compleja circunstancia social, decidí desde el comienzo de esta nueva realidad ofrecerme en voluntariado a distancia por cualquiera de las vías online posibles y por teléfono, desde el douleo y desde el coaching, acompañando emocional e informativamente a quienes esta situación hubiera aumentado su vulnerabilidad, o a quienes esta situación les haya hecho especialmente vulnerables.



¿Qué es lo que me ha movido a hacerlo? Os lo explico:

Sabemos desde hace los casi dos meses más largos de nuestra vida que todos debemos quedarnos en casa por nuestra salud y la de los demás. Pero, ¿cómo llevamos esto?

Nos sentíamos seguros, tranquilos, en nuestra zona de confort, en nuestro mundo seguro, en nuestros círculos de convivencia: familia, trabajo, amigos... Entendiendo que siempre pueden llegar malos tiempos, pero con el equilibrio que supone el riesgo controlado. Y de repente nos llega el virus, ese que sabíamos ya en China, un lugar que nos quedaba muy lejos al resto, y que en menos tiempo del que necesitábamos para reaccionar, se ha adueñado del mundo y lo ha puesto en jaque.

Desconocimiento, confusión, invasión, pandemia, confinamiento, inseguridad, pérdida absoluta del equilibrio. No llegamos a comprender, a asimilar, a interiorizar. Nos llegan normas y restricciones nunca vividas, tan solo reconocidas en parte por quienes, ya con edad, tuvieron que vivir una guerra. Y llega el miedo, la ansiedad, la incertidumbre, la tristeza, el duelo... Y la convivencia intensa en familia y el tiempo que pasa lento,que con la inestabilidad como base no siempre recibimos como un regalo ni podemos aprovechar como haríamos en otras circunstancias. 


Y en este escenario: ¿Cómo hacemos para intentar minimizar en lo posible esa sombra de tristeza que nos trae esta situación, y así poder mantenernos en el equilibrio necesario? 

Sólo porque comprender esta realidad en toda su magnitud, tal y cuál es, sin endurecer la situación ni negarla, simplemente dejar estar lo que es, no nos resulta fácil a la mayoría, ya es suficiente motivo como para que nuestro equilibrio emocional se desestabilice. Pero es que, además, hay contextos familiares y personales específicos (pérdida económica, de estabilidad, de seres queridos, violencia intrafamiliar, tratamientos médicos interrumpidos, problemas crónicos de salud, etc.), que ponen a muchos en especial e intensa vulnerabilidad, que no les permite pensar y avanzar con la claridad necesaria, e incluso puede estar poniendo en riesgo su vida.

Mantener la salud física y mental no está siendo nada fácil. El cuerpo es una máquina perfecta y resiliente, pero si el equilibrio entre lo físico y lo emocional adolece durante un tiempo, y el estrés y el miedo se instala, nos afectamos.

El miedo es una de nuestras emociones más primarias, puede ser bloqueante o avisador, pero en cualquier caso, en busca de seguridad y equilibrio, despierta nuestros instintos. Y estos momentos nuevos, inesperados e imprevisibles que no podemos comprender del todo, nos desbordan y nos hacen sentir impotentes, no estamos acostumbrados a que se nos escape la dimensión de las cosas, no estamos preparados para esto, y sentimos miedo. 

Pero el miedo también es energía que nos impulsa a afrontar lo que nos viene. Así que, si logramos canalizar y optimizar el torrente emocional que esta situación nos supone, aprovechemos este aislamiento para avanzar, y de cada inquietud, de cada tristeza, después de llorar, reír o gritar, no nos dejamos ganar, lo conseguiremos. 

Y en eso estoy trabajando en mi voluntariado. En ayudar a poner el pensamiento y las emociones a nuestro servicio. En que quién me consulta consiga dejar a un lado lo que no está en sus manos y aborde cada día según le llega y con lo que le llega, conocido o desconocido, leve o grave. En que la ocupación venza a la preocupación, porque ya nos ocuparemos de lo que suceda cuando suceda. En ayudarles a que se cuiden y cuiden de los suyos. Porque todo pasa, y esto también lo hará. Porque de cómo nos sintamos durante estos malos tiempos, dependerá cómo nos sentiremos cuando vengan los buenos.

Y si el virus se cuela en nuestra casa, como un ladrón esquivo que viene a robarnos nuestro bien más preciado: nuestra salud y la de los nuestros, nada de culpa. Nos cuidamos todos, Nos cuidamos bien. Y cuidamos de los nuestros. Conscientes y responsables hacemos lo que está en nuestras manos. Pero tenemos que seguir comiendo, saliendo de casa para lo imprescindible y trabajando para garantizar la economía familiar, mientras podamos. Y eso es un riesgo que asumimos. Así que nos ponemos en manos de quien sabe y cumplimos sus pedidos de prevención y asistencia a nuestro enfermo. Nos unimos más que nunca y ponemos toda nuestra energía en que pasará, porque ya sabemos que para cualquier enfermo el ánimo que le aporta su familia es fundamental par su recuperación.

Y luego está la pérdida de la libertad. La cuarentena forzosa obliga a reordenar hábitos y también valores. Estamos en una sociedad y una cultura concebidos desde la libertad. Pero ahora no podemos disfrutarla tal y como la conocemos. Ahora la libertad nos pide solidaridad, responsabilidad y conciencia, pero desde el encierro, y se nos hace muy cuesta arriba. Nuestra libertad está también en cuarentena, puesta al servicio del futuro, porque lo primero es estar vivo y sano, seguro y sostenido, valores primarios que hasta ahora siempre tuvimos garantizados. No todos podemos con esto.

No nos reconocemos, y dolidos buscamos culpables. Vivimos y duelo múltiple y constante por esa sensación, y muchas veces realidad, de que estamos perdiendo constantemente, y esto nos llena de enfado y agresividad, y nos encontramos en medio de enfrentamientos y conflictos inesperados con personas con quién nunca esperábamos tenerlos. 

Y es por todas estas causas por las que nuestro equilibrio emocional se tambalea hasta el punto de somatizar en nuestra fisiología. Y antes de que esto también nos suponga una enfermedad y se convierta en una pandemia añadida en la nueva normalidad, creo muy aportador que profesionales como yo ofrezcamos todo de nuestra parte, siempre que estemos en condiciones de hacerlo, para que otros no sufran.

Contextualizando este voluntariado, ofrezco mis servicios a distancia en el formato que fuere, sesiones, charlas o talleres, en formato de audio, escrito o audiovisual, sobre el duelo, el miedo, la convivencia familiar, los movimientos de la zona de confort, la adaptación a los cambios, etc., que puedan beneficiar a quienes los reciban. De igual manera estoy abierta a propuestas diferentes y trabajos por encargo, cuyo objetivo sea ayudar y acompañar emocional e informativamente a quienes lo necesiten durante todo este proceso.

Y mientras, yo me quedo en casa, y os animo a que hagáis lo mismo y salgáis lo indispensable. Y así, juntos podremos.

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