Ya tenemos a nuestro esperado y adorado bebé en casa. Y mamá o papá se quedarán en casa con él todo lo que les sea posible, pero antes o después, según la situación de cada cual, será inevitable separarnos de él y regresar a nuestra cotidianidad. Toca entonces elegir el lugar y las personas que van a ocuparse de nuestro pequeño cuando nosotros no estemos.
Afortunadamente las opciones son muchas y variadas hoy en día, y ya no tenemos porqué quedarnos con la guardería más cercana o con la cuidadora que alguien nos recomendó, si no es eso lo que deseamos.
Si nuestra elección es mantener a nuestro hijo en su entorno y que sea alguien de fuera quien venga a casa a cuidarle, disponemos de profesionales de educación infantil que se dedican a eso. Pero si lo que queremos es que acudan a un espacio desde el que reciban cuidados y educación, tenemos escuelas infantiles públicas y privadas, más convencionales o más en la línea de la crianza desde el acompañamiento según las etapas evolutivas, espacios que más allá de "guardar" a nuestros hijos, contribuyen a su crianza y su educación, y dentro de esa oferta seguro que podemos encontrar lo que más se adapta a nuestras necesidades y a nuestra forma de vida.
Seamos consecuentes con el tipo de crianza y de educación que tenemos previstas para ellos, siempre desde el autoconocimiento, para estar seguros de que eso es lo que queremos, podremos y estaremos dispuestos a hacer al respecto. Para ello os invito a revisar vuestras vivencias familiares de niños y a compartirlas y conjugarlas con las de vuestra pareja, para iniciar así lo que será vuestro proyecto familiar, que nace cuando elegimos a nuestros compañeros y compañeras de vida, y comienza a materializarse cuando llega nuestra descendencia.
Seamos también plenamente conscientes de que los primeros años de vida son fundamentales para nuestro desarrollo, y que en concreto la primera infancia (más o menos los primeros cinco años), es cuando recibimos las bases en las que se asentarán nuestros valores y creencias que acompañarán nuestras vidas. Y desde ahí tengamos muy presente que las personas que conviven con nuestros hijos y su entorno es parte fundamental, y en el caso de sus cuidadores y educadores más aun, ya que pasan casi más tiempo con ellos que con nosotros.
Por supuesto que corresponde tener en cuenta la parte logística y económica, el proyecto pedagógico, los valores e ideales del centro, si disponen de cocina propia o se trata de un catering y sus propuestas de integración, diversidad y convivencia, pero sobre todo, os invito a que prioricéis el conocimiento de vuestro hijo, que ya desde bebé dispone de carácter y demanda necesidades, seguro diferentes a las de otros pequeños, porque cada bebé, cada niño, es una persona única, como todos nosotros.
Cada ser humano dispone de una mezcla de inteligencias y capacidades única y original que conforman su forma de ser, de actuar, de comunicarse, de vivir, al fin, y esa disposición está presente desde su llegada a esta vida. Conocer desde dónde se expresa nuestro hijo y desde dónde comprende mejor, es camino de garantía de un desarrollo pleno... Descubrir cuanto antes aquello que les hace vibrar, para lo que nacieron, y ayudarles a potenciarlo y desarrollarlo, es el mejor regalo que podemos hacerles, pero siempre sin olvidar algo muy, muy importante: lo que más necesitan es amor, afecto, apego, vínculo y respeto, desde siempre y para siempre. ¿Cuáles serían las claves para elegir con acierto el colegio, el instituto o la escuela para tus hijos? Bueno, empecemos por el principio.
¿Te has planteado alguna vez cuál es el origen del sistema educativo actual? En los inicios de la industrialización, la productividad y la mano de obra rápida, surgió la necesidad de ubicar a los niños en algún lugar para que los padres pudieran trabajar, y que los tiempos de ambos fueran coincidentes y compatibles. De ahí surgieron un sistema estandar del que emergían unos niños alienados. Pero los tiempos han cambiado y esos ya no son nuestros hijos. Aunque aun sucede a veces que lo que el sistema pretende enseñarles no tiene ningún sentido para ellos, y de ahí la desmotivación, la apatía y el fracaso escolar... ¡Preguntémosles qué les gustaría hacer! ¡Que nuestros hijos nos lleven de la mano! Porque lo verdaderamente importante par ellos es disfrutar, explorar, descubrir, relacionarse, amar y ser amados. ¡Y preguntémonos a nosotros qué es lo que, de verdad, queremos para ellos! Porque seguro que en nuestros anelos esta el que sean autónomos, auténticos, abiertos, sin frustraciones y libres, al fin y al cabo.
Seamos consecuentes y tengamos claro lo que nos sabemos dispuestos y capaces a darles. Identificar nuestro proyecto de familia, qué tipo de padres estamos siendo: sobreprotectores, permisivos, impositivos, idealistas, realistas, democráticos, empáticos. Y decidamos lo que decidamos, no olvidemos que ellos están construyendo su vida y que con los que interactúan en su jornada escolar serán sus referencias y sus vínculos, en igual medida o mayor, que nosotros.
Conoce a tu hijo, su estilo de aprendizaje y sus inteligencias (descubrir aquello que les hace vibrar, para lo que nacen, y ayúdales a potenciarlo y desarrollarlo).
Infórmate sobre el proyecto pedagógico del centro y su metodología, sus valores e ideales, sus protocolos de actuación ante circunstancias desavenientes, y si apuestas por la igualdad, la diversidad,la integración, la convivencia fuida, el trato individualizado, el acompañamiento, el respeto evolutivo, la empatía y el respeto. Porque todos los centros persiguen los mismos fines educativos, regidos por el sistema, pero las maneras de llevarlo a cabo es lo que les distingue. Así que, es el momento de conocer a las personas que compartirán su tiempo con tu hijo. Consulta si disponen de una comunidad educativa activa: asociación de padres y madres comprometida, que representen de manera efectiva y eficaz las necesidades reales de las familias y de los alumnos, de una dirección abierta y dispuesta, etc. Y no perdáis de vista el gestionar la parte logística y funcional del día a día, sobre todo tus tiempos y los suyos, porque eso evitará la interferencia del estrés en vuestra convivencia familiar y facilitará que tengais una cotideanidad calmada y productiva.
Si se cuenta con los recursos, la disponibilidad, las ganas y las energías suficientes, merece la pena hacer el esfuerzo para convertir un centro de enseñanza y educación en una escuela de vida, confiando en los niños, respetando sus tiempos y espacios y sus etapas evolutivas, ofreciendo atención personalizada, porque todos somos igual de iguales e igual de diferentes, acompañando sus inteligencias emocionales, capacidades y aptitudes, sus necesidades individuales y conjuntas, sus procesos de cambio, su autoestima. Y es que los modelos educativos alternativos existen, son legales y posibles, son públicos y privados. Donde se aprende desde la experiencia, donde los errores se consideran oportunidades, donde la naturaleza del ser humano y de su entorno, la creatividad, el instinto, las emociones son protagonistas, y el contexto personal, social y familiar de los niños está siempre presente.
A veces nos encuentramos con que son posibles espacios con personalidad que dan cabida a nuestras aspiraciones educativas, cuyas señas de identidad son coincidentes con las nuestras, dónde el equilibrio personal, la diversidad y la integración son actitudes vitales, dónde se enseña y se aprende, seguro, pero donde lo que se persigue es la consecución de la felicidad y de desarrollo pleno del ser humano.
Escucha activamente a tu hijo y conoce desde sus propuestas qué necesita, y si descubres que lo más habitual no es lo que coincide, animate y busca opciones. Porque pluralismo, igualdad, valores, aprendizaje, respeto, integración, derechos, capacidad de decisión y participación, convivencia, solidaridad, ecología, alimentación consciente, comunicación, autonomía, crecimiento personal, proactividad, descubrir, explorar, experimentar,... no son solo conceptos. Porque evaluar puede ser observar y reflexionar, y también aprender y mejorar.. Porque, qué, cómo y quién son importantes.
Porque si los niños se sienten motivados, reciben y aportan en cada uno de sus días, encuentran su camino, tienen ganas de ir al colegio y desean aprender, más allá de memorizar para salvar la asignatura, la evaluación o el curso, si descubren y potencian sus características más personales, también descubriran el auténtico interés por la vida.
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