Adolescentes. Ni niños ni mayores. Con frecuencia nos preguntamos con nuestro hijo delante: ¿dónde está mi hijo?
Intentamos criar con sentido común, pero no siempre lo conseguimos. El primer paso: tomar consciencia de nosotros mismos, porque padres inseguros, hijos agobiados, y al final esto no funciona, pero si estamos suficientemente tranquilos, podremos detectar y acompañar sus miedos, y ayudarles a detectarlos y vencerlos.
Te invito a dejar de ser correcto y empezar a ser auténtico, a valiente y arriesgarte, a asumir tus fallos y mostrarlos ante tus hijos como oportunidades de mejorar, y que ellos aprendan eso desde tu ejemplo.
Te invito a educar sin gritar, sin premios ni castigos, solo desde las consecuencias. Siempre lo entendieron, si utilizamos el lenguaje adaptado correspondiente, pero ahora ya son más mayores y no necesitas mucho para llegar a ellos, sólo empatía, porque están ensayando para ser adultos, en la parte final, y necesitan sentirse tratados como tal, como casi, casi adultos.
Si no lo hicimos antes durante su crianza, este es el momento de practicar al máximo la comunicación asertiva y la validación: ellos necesitan aprender a decir NO, y nosotros también, pero siempre con ese equilibrio inestable entre firmeza y cariño tan necesario.
A menudo tenemos la impresión de que pasaron del apego absoluto al olvido, y después el rechazo, en un instante, pero no fue así, ellos han pasado un proceso de maduración, que, para nosotros, en el día a día, ha podido resultar imperceptible. Pero la realidad es que ellos ahora están en la reafirmación de su existencia y su independencia y en la necesidad de pertenencia, de referencias, pero ahora externas: están buscando tribu.
Sabemos que vivirán relaciones tóxicas, que experimentarán con su sexualidad. No tenemos muy claro en qué piensan ni qué se van a encontrar hay fuera, pero es lo que les toca vivir, y nuestra misión ahora es asegurarnos de que saben que, pase lo que pase, estaremos ahí, y también de que estaremos a la altura.
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