Para construir confianza en entornos online se necesita salud informacional desde la educación social, y esa educación provendrá de un uso correcto, adecuado y adaptado del lenguaje que nos asegure la comprensión de quién nos recibe, y unos fundamentos teóricos que nos aseguren la distinción entre la amenaza de la falsedad y la veracidad.
En estos tiempos tan convulsos, más que nunca, necesitamos un plan de protección de nuestra reputación, porque la desinformación es una enfermedad contagiosa que nos inunda de noticias falsas, y nos distorsiona la impresión de realidad.
La desinformación está siendo un síntoma más de la Covid19, rompiendo la sociedad y generando el cuestionamiento de casi todo, que nos ha traído una incertidumbre internacional.
Pero cuando se trata de negocios, la verdad no puede ser subjetiva ni distorsionada, sino real y comprometida. Porque la recepción de la comunicación por parte del usuario y el cliente se ha vuelto extremadamente sensible, y podemos ser interpretados como manipuladores, tendenciosos, oportunistas o propagandistas, sin motivo. Y de ahí, ya sabemos lo difícil que es salir.
Estamos ante una guerra informacional, una “infotoxificación”, ante la que tenemos que estar alerta, para detectar, desenmascarar y evitar, tanto para nosotros como para quienes trabajamos. Porque se trata de nuestra reputación y la de nuestro producto o servicio.
En una sociedad dividida, como la que esta crisis sanitaria y económica nos ha dejado, tenemos que huir de la falsedad y ser más auténticos que nunca. Generar confianza social, corporativa, de marca, de fidelidad, y protegerla desde la honestidad y la responsabilidad. Contar con prescriptores y formadores de opinión sólidos.
La falta de confianza arrasa, acaba con todo, sin importar la trayectoria, la experiencia, el saber hacer... Ya nunca seremos los mismos ante los ojos de nuestro público objetivo, y posiblemente dejemos de existir para él.
El “nuevo normal” va del qué al cómo. Hay que hacer las cosas bien, pero también contarlas bien. Activismo hacia dentro, empleados, y hacia afuera, clientes, más allá de lo empresarial.
El presente y el futuro inmediato es un mundo complejo, en el que son necesarias las explicaciones y todos se quedan en los titulares. En ese contexto, si uno hace lo que toca y no lo cuenta o no lo cuenta bien, puede malinterpretarse y volverse en contra.
Invierte en escuchar para poder contar verdades. El rol de la empresa se ha reposicionado como fuente informativa y agente social de activismo corporativo.
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